La ayuda equivocada -El buey y el burro-



Había un granjero que podía entender el lenguaje de los animales. Se quedaba en el patio de la granja todas las noches para escuchar lo que entre ellos decían. Una noche escuchó al buey quejarse con el asno de su mala suerte

-No importa que tan caliente esté el día, o qué tan cansadas estén mis patas, o cuánto roza el yugo mi cuello, yo debo trabajar. En cambio, tú eres una criatura para el ocio. Te cubren con una colorida manta y no haces otra cosa más que llevar a nuestro amo a donde él desee ir. Cuando él no va a ninguna parte, descansas y comes la verde hierva todo el día-.

El burro, era un buen compañero y simpatizaba con el buey.

-Mi buen amigo, trabajas mucho, por eso te ayudaré a disminuir tu carga, así que te diré como podrás descansar todo el día. En la mañana, cuando el granjero venga por ti para arar la tierra, tírate al suelo y muge mucho, para que él pueda decir que estás enfermo y no puedes trabajar-.

Y así el buey tomó el consejo de su amigo el burro y a la mañana siguiente que el granjero lo fue a buscar vio que estaba enfermo y que no podía jalar el arado

-Entonces engancha el burro en el arado, pues la labranza no puede parar-. Dijo el dueño de la granja.

Todo el día el burro, que solo había intentado ayudar a su amigo, se vio obligado él mismo a realizar el trabajo del buey. Cuando llegó la noche y era libre del arado, su corazón amargado, sus piernas cansadas y su cuello adolorido por el yugo.

El granjero se quedó fuera del granero para poder escuchar.

El buey comenzó –Eres un buen amigo, gracias a tu sabio consejo pude descansar todo el día –
Y yo – replicó el burro – soy como muchos ingenuos que comienzan a ayudar a su amigo y terminan por hacerle su tarea. Por lo tanto, tira tú del arado, pues oí que el amo decía que buscaría al carnicero si sigues enfermo. Ojalá lo haga, pues eres flojo.

Desde ese entonces no se hablaron más. 

--Reflexión--


La vida nos pone constantes pruebas para que podamos superarnos cada día. En esos días vienen las adversidades, los problemas. Cuando  nos vemos metidos en dificultades, ¿quién no quisiera que viniera alguien a resolver tus problemas? ¡Sería increíble! No tendríamos que mover un solo dedo. Lastimosamente las cosas no funcionan así, y tenemos que aprender a resolver nuestros asuntos.

Pasa con  nuestros seres queridos; cuando ellos sufren o pasan por algo similar, sentimos la necesidad de no quedarnos de brazos cruzados e intentar hacer algo por ellos. Como seres humanos debemos ser solidarios, empáticos, altruistas, cosas que nos hacen mejores personas, a eso es lo que le apuntamos.  

Cabe aclarar que a veces ayudar conlleva sacrificio y lo hacemos con gusto por las personas que valen mucho para nosotros. Pero cuando no dejas que aprendan lo que deben de aprender, cuando comienzas a luchar una pelea que no es tuya, es ahí el momento que la ayuda, se está volviendo en tu contra. Una forma equivocada de ayuda puede ser igual o peor que no ayudar en absoluto.

Quizás sin darte cuenta les estás haciendo daño. Y no menos importante, te puedes estar haciendo daño a ti mismo sudando calenturas ajenas. Como lo dije antes, todos tenemos asuntos pendientes que resolver. La acumulación de carga, genera estrés, el estrés recae en una enfermedad.
 No quiero decir que no ayudemos porque por dar la mano nos pueden tomar el pie, ¡No! Al contrario, Si queremos lo mejor para otros, aprendamos a ayudar de la manera correcta.

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